“¡Cuántos chascos se llevan en la vida los que no miran más que laapariencia!” Félix María Samaniego (fabulista español)
Podría ser engañado. ¡O no! Podrían venderme lo que quisieran. ¡Ono! Podrían incluso llegar a comprarme. ¡O no! La diferencia… ¡la diferencia está en mí, en mi capacidad de ver y decidir!
Hace años conocí a una persona que en su trato con la gente solía pensar de los demás lo que ella creía que ellos eran. En otras palabras, en su mente concebía que tal o cual individuo era lo que parecía ser. Y en base a ello construía sus relaciones, las cuales –por cierto – al poco tiempo comenzaban a resquebrajarse, pues su cimiento era tan sólo una ilusión.
Es importante notar que no se trataba de un engaño que alguien realizaba en su contra. Simplemente tenía una postura y una actitud con las que desarrollaba su comunicación interpersonal.
Porque las personas son como son, y no como yo creo que son. Tal vez te identifiques con esta situación de vida y debas realizar ciertos cambios en tu manera de tratar a los demás. Por supuesto que note recomiendo la desconfianza como principio de conducta, pero cierta dosis de espíritu crítico le haría bien a cualquiera. Al menos te ayudará a librarte de la frustración… ¡y por qué no también de ser presa fácil para los engañadores!
Ahora bien, si ampliamos nuestro análisis y lo llevamos al plano cultural y masivo, hallaremos que gran parte de nuestra sociedad occidental tiene – en su cosmovisión – elementos similares a los del ejemplo que dio origen a esta reflexión. Solemos proyectar sobre las cosas lo que creemos (o queremos creer) que las cosas son, cuando en realidad a veces se trata de algo sustancialmente distinto.
El estribillo de una canción dice: “¿Qué ves? ¿Qué ves cuando me ves? Cuando la mentira es la verdad”. ¡Y la Navidad es un ejemplo de esto! Por eso, tengamos o no una familia con quien celebrar cuando llegue esa época del año, dispongamos o no de dinero para comprar obsequios, podamos o no presentar una mesa con abundante y deliciosa pastelería, no olvidemos recordar al personaje central de esta celebración. Porque más que fiestas y adornos – ¡qué lindos que son! ¡Cómo me gusta ver todo multicolor! – debemos tener presente que la Navidad es Jesús. Si nos decidimos a ir más allá de lo que vemos – aun de los malos ejemplos de la práctica de la religión – lograremos reconocer al auténtico Jesucristo, paso elemental hacia el cultivo de una relación personal con Él y una vida plena de propósito.
“Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron” (Lucas 24.31a).Que ésta también pueda ser nuestra experiencia personal.
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