Claudia y Cristina, dos vecinas de Rojas que además son comadres, ya que ambas son madrinas de los hijos de la otra, son dos chismosas que se cuentan a diario todo tipo, mientras barren la vereda, todos los dimes y diretes que ocurren cotidianamente en nuestra sociedad.
-Como anda, doña Claudia, lindo día nos ha tocado hoy…, por suerte. No hace ni frío ni calor.
-Calor fue el que pasó hace unos días una chica de treinta años aproximadamente, cuando la vieron salir del despacho del Jefe Supremo, doña Cristina.
- Ayyyy, ese muchacho no deja títere sin cabeza, es como la rata renga, presa fácil para los gatos, doña Claudia.
- ¡Ni que lo diga!, Varios la vieron a la piba, una rubia bastante llamativa y de linda figura, cuando salió de la oficina del Supremo Hacedor de Todas las Cosas de Rojas, levantándose el cierre del pantalón. Y no justamente porque el vaquero le apretaba, doña Cristina.
- ¿Y la muchacha es casada, doña Claudia?
-Si, parece que la piba y el Supremo, previo al rally, estaban calentando motores, el miércoles pasado a las cuatro de la tarde, doña Cristina. Perdone la vulgaridad, pero dicen que se echaron el famoso siestero. La chica no es casada, pero está en pareja. Si se entera el marido… mamma mía, doña Cristina.
- Mire usted, doña Claudia, pueblo chico, infierno grande. La dejo, me voy a preparar la comida que en un rato llegan los chicos de la escuela.
- Hasta luego, doña Cristina, cualquier cosa que necesite me chifla. Para eso somos amigas, comadres y vecinas…