El Poder Hoy

El frágil poder K

LA PLATA, Octubre 25.- El filósofo Michel Foucault entendía que, en las sociedades contemporáneas, el poder no se posee como un bien, sino que es una relación desigual que se ejerce, circula, funciona en cadena. Esta definición se ajusta para describir la forma de actuar de los Kirchner.

 

El matrimonio presidencial ya no tiene el poder que le otorgaron las urnas en 2007, dado que uno de cada tres argentinos rechaza su gestión y le dio un cachetazo en las últimas elecciones. Pero está intentando reconstruir su hegemonía a partir de las situaciones de desigualdad que se configuran alrededor del manejo discrecional de la caja para cooptar voluntades, ayudado a su vez por la incapacidad de la oposición para proponer siquiera un planteo superador, que trascienda el debate que impone el kirchnerismo.

 

Gran parte de la oposición ha actuado como si fuesen siervos del Grupo Clarín, centrando prácticamente la atención en una ley de Medios que poco le cambiará la vida a la población. Se han desesperado, en las últimas semanas, tratando de encontrar errores a la nueva ley con el solo objetivo de tener algunos minutos de cámara en un canal de noticias, mientras que la preocupación de los grandes temas nacionales brillan por su ausencia. Su accionar político estuvo excesivamente mediatizado y su permanencia duró menos que una publicidad de bajo costo en un programa de cable.

 

Más allá de que los Kirchner se sientan fortalecidos por la incapacidad de la oposición, su forma de ejercer el poder es extremadamente frágil, y más cuando existe un clima social explosivo, con índices de pobreza y desocupación que no paran de subir desde mediados de 2007. Los grandes cinturones de marginalidad que rodean a la Capital Federal y a las principales aglomeraciones urbanas de la Provincia son una clara muestra de ese deterioro.

 

Los K también han comenzado a dar una cierta dosis de violencia a su forma de ejercer el poder, tratando de dar aire a grupos piqueteros con el único de objetivo de que sean grupos de choque que ganen las calles y, llegado el momento, puedan repeler las protestas sociales que se puedan generar. Así es que se está dando rienda suelta a la conformación de cooperativas en el Gran Buenos Aires, que son manejadas por piqueteros, para intentar tener votos cautivos en los sectores socialmente más postergados e intentar de esa manera crear una nueva forma de clientelismo.

 

Los Kirchner todavía parecen no haber aprendido la lección del 28 de junio: de poco sirve el asistencialismo si no hay cambios estratégicos que permitan aglutinar a importantes sectores de la sociedad detrás de un proyecto de país.

 

No se pueden esconder los problemas debajo de la alfombra. Es imposible intentar tapar el sol con un dedo. Por eso, la decisión de emprender una reforma política para instalar primarias y disminuir el peso electoral de la provincia de Buenos Aires, en momentos en que aún está presente el mamarracho de las candidaturas testimoniales, no es más que un manotazo de ahogado. Es decir, una alquimia política para intentar ganar una elección con el 30% de los votos que le garantiza el clientelismo, y el apriete a intendentes y gobernadores.

 

Pero, a diferencia de lo que pasó en junio, son cada vez más los jefes comunales, especialmente en el Conurbano bonaerense, que no están dispuestos a someterse al juego K. Y por eso han elaborado una reforma de la ley Orgánica de Municipalidades para adquirir autonomía política (mediante el despegue de las elecciones comunales de las presidenciales y de las legislativas) y económica, al proponer un polémico mecanismo de acción directa -sin intervención judicial- para aumentar la recaudación de tasas.

 

Enterado de la movida, Kirchner habría ordenado a Scioli bajarle el pulgar a la iniciativa. Pero el proyecto no fue eliminado ni mucho menos: puede resurgir en cualquier momento. En definitiva, tal como también plantea Foucault, “donde hay poder, también hay resistencia”.

 

Otro punto vulnerable son los abusos que está cometiendo, cada vez con mayor frecuencia, el matrimonio presidencial. Situaciones como la de utilizar un avión de Aerolíneas Argentinas para que funcionarios y dirigentes K vayan a ver un partido de fútbol de la Selección no hacen más que generar irritabilidad en la sociedad, que se suma al descontento generalizado por el parate económico causado por la falta de planes e iniciativas del Gobierno nacional.

 

En ese escenario, Scioli parece haber abortado -por el momento- cualquier movida independentista. Agobiado por el déficit y por los problemas gremiales en ascenso (los maestros ya definieron dos días de paro), la administración provincial depende más que nunca de los fondos que puedan llegar desde la Casa Rosada.

 

Esta situación se repitió varias veces en lo que va del año y es propiciada también por el kirchnerismo. Retacear recursos a la principal provincia del país, negarse a coparticipar el impuesto al cheque y el 10% del impuesto a las Ganancias, que prácticamente otorgaría la posibilidad de que Buenos Aires equilibre sus finanzas, forma parte de la lógica de ejercer el poder K. El problema es hasta cuándo se podrá seguir tirando de la misma cuerda, sin que se corte.(Fuente: DIARIO HOY)

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