Se cumplen 5 años de la desaparición de Jorge Julio López. Desapareció de la faz de la tierra sin dejar rastro alguno, algo que todavía nos llena de dolor e indignación. López fue secuestrado y torturado durante el último proceso Militar, allá por esas noches oscuras que vivió nuestro país donde miles de argentinos sufrían las torturas de un plan siniestro, que todavía deja heridas abiertas y, por sobre todo, mucha injusticia.
López tuvo la valentía de declarar en el juicio que condenaría al represor Miguel Etchecolatz, uno de los responsables de campo de Mayo y que impunemente todavía se siente orgulloso de lo que hizo durante la última dictadura. Lo que nos lleva a pensar que hipotéticamente muchos de estos represores todavía tienen poder operativo como para llegar a cometer estas atrocidades.
Tanto este Gobierno como el del período anterior (de Néstor Kirchner) tienen un grado de responsabilidad, porque no puede ser que un testigo de un juicio contra los represores de la última dictadura no tenga la protección suficiente. Además, no puede ser que en 5 años desde el Gobierno, con todas las herramientas que tiene, no se haya investigado bien a fondo para dar una respuesta: el silencio proveniente desde el Gobierno no es casual, hasta a veces suena a complicidad. Pero paradójicamente a la vez, este Gobierno también es víctima en este caso. Víctima porque es un cachetazo duró que les dieron las viejas fuerzas genocidas, ya que es innegable el avance que hubo en la Argentina en los últimos 8 años en la materia de Derechos Humanos y Juicios a los Represores de la última Dictadura.
Este hecho produce sensaciones raras, porque nadie puede afirmar nada sobre el paradero del compañero Jorge Julio López. En este punto, la desaparición se convierte en una herida lacerante que queda abierta en forma permanente. Nada cierra, nada cicatriza. Esa duda deja siempre en carne viva el dolor. No hay duelo, no hay cuerpo presente, no hay entierro. Muchos viejos cronistas policiales dicen que “el tiempo que pasa es verdad que huye”. Entonces, como una sociedad civilizada que aspira a consolidar y llenar de contenido la democracia cada día un poco más, no nos queda otra que pedir lo que resulta indispensable: aparición con vida, verdad, justicia, castigo y condena a los culpables. Para que el Nunca Más sea cierto.
Juventud Socialista de Rojas