Mario Casalongue, director de Agencia NOVA, fue golpeado por Francisco De Narváez.
Por
Santiago Sautel, director de Real Politik.
Quiero
hacer una breve reflexión sobre la brutal golpiza que recibió el periodista
argentino y director de Agencia NOVA, Mario Casalongue, de parte del
delincuente (porque él mismo confesó que delinquió) de Francisco De Narváez,
precandidato a la Gobernación de Buenos Aires.
Ayer
miré la primera parte del programa Duro de Domar, en donde se hizo una fuerte
crítica de la cuestión moral a partir de la publicación de Agencia NOVA que
supuestamente habría desatado este episodio de violencia, fundamentando,
directa o indirectamente, la agresión. Luego, este programa, entre chicanas y
risas, cambió de tema y reprodujo el video hot de Cinthia Fernández. Y yo me
permito preguntarme por qué.
¿Por
qué será que algunos personajes mediáticos merecen ser expuestos y otros no,
que la sociedad no critica esta clase de contenido farandulero sino que más
bien lo avala y lo fomenta?
¿Está
bien o está mal meterse en la vida privada de una figura pública? Además, vale
preguntarse: ¿La figura pública tiene vida privada? Y otra cosa: ¿El político
tiene más derechos que una persona de la farándula? ¿Acaso hay diferencia entre
un hombre de la farándula y otro de la política, para que este último merezca
ser expuesto y aquel no?
Más
allá de mi gusto o deseo personal, creo que es hora de admitir que a la mayoría
de los argentinos les fascina consumir periodismo amarillo, en todas sus
formas. No podemos ser tan hipócritas de criticarlo cuando nos pega de cerca, y
mirarlo, reírnos, aceptarlo y hasta compartirlo desde el Whatsapp como si nada
cuando nos viene en gracia.
Asumamos
que, gracias a las libertades consagradas por nuestra Constitución Nacional, el
amarillismo existe y debe existir. Por más que a mí no me guste y a quien esté
leyendo estas líneas tampoco. No puede bajo ningún punto de vista ser
censurado. Ni en este país ni en ningún lugar del mundo.
Siempre,
en última instancia, tenemos la opción, como ante cualquier medio, de cambiar
de canal, comprar otro diario, sintonizar otra frecuencia o hacer oídos sordos
si no nos gusta. El primer y último refugio siempre debe ser la Justicia.
Lo
que sí resulta absolutamente imperdonable es la violencia. Y siento muchísima
lástima, aunque también un poco de bronca, al ver cómo un sector del periodismo
(mayoritariamente incluido en el grupo América, propiedad de De Narváez) defiende
esta actitud violenta.
Una
cosa más. Si a algunos de estos profesionales algún día llegan a sufrir en
carne propia una situación similar, nosotros vamos a estar ahí para tenderles
una mano. Y la inmensa mayoría de los medios de comunicación les vamos a abrir
las puertas. Aunque no tengan códigos, aunque metan la política por delante del
carro, aunque no se lo merezcan.
Porque
si permitimos que una trompada reemplace a la mismísima Justicia, vamos en
camino a que los comunicadores nunca digan nada que moleste o pueda llegar a
molestar. Es decir, vamos rumbo a que ningún medio de comunicación intente
retratar la verdad.-
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