Por JOSE PICON (*)
En pocas horas más María Eugenia Vidal exhibirá las cartas de su gestión. En el proyecto de Presupuesto y de ley Impositiva que remitirá a la Legislatura, descubrirá cuáles serán sus prioridades, los ítems clave de la administración que recién comienza.
Los borradores de esa iniciativa incluyen dos cuestiones centrales, una atada a la otra: un fuerte endeudamiento y la intención de no incrementar la presión tributaria.
Por estas horas se dice que la autorización que pedirá Vidal a la Legislatura para tomar deuda será récord: unos 90 mil millones de pesos. Será a través de un mix que combinaría emisión de bonos en el país y en el exterior, de Letras y toma de créditos en organismos internacionales, un tema que los funcionarios de la Gobernadora se disponen a profundizar en los próximos días.
La nueva gestión comenzó a recibir algunos datos inquietantes. Trascendió que la Tesorería informó que se acumulan expedientes con deudas por casi 40 mil millones de la administración saliente.
RECURSOS NACIONALES
Hay otra cuestión que ayuda a explicar el volumen del endeudamiento que busca el gobierno de Cambiemos. El presidente Mauricio Macri se comprometió con Vidal a realizar un aporte de 13 mil millones de pesos durante 2016 como forma de reparar la discriminación histórica que sufre la Provincia en materia de recursos federales.
Pero según trascendió, tendrá como destino casi exclusivo atender una de las obsesiones del flamante mandatario: dotar de agua y cloacas a vastos sectores del Conurbano que carecen de esos servicios esenciales.
El gobierno bonaerense procura que buena parte del financiamiento que saldrá a buscar se destine a obras de infraestructura. Atender el deterioro de las rutas aparece al tope de la genda junto a otra inquietud: proseguir en algunos casos o arrancar en otros, intervenciones hidráulicas contra las inundaciones.
El pago de sueldos es otro asunto central. Vidal se aseguró una ayuda nacional de 10 mil millones de pesos para cumplir con esa obligación y el aguinaldo a los 650 mil estatales.
No será el único auxilio que necesitará la mandataria de Cambiemos: se especula que un flujo de fondos similar con ese mismo fin, tendrá que recibir la administración bonaerense durante enero, febrero y quizás, marzo.
Por estas horas, además, trascendió que habrá una emisión adicional de Letras en procura de más oxígeno.
Vidal afronta otros desafíos de orden financiero. Una larga lista de intendentes hacen cola en busca de recursos para poder cumplir con sus empleados. Hay casos dramáticos: funcionarios del nuevo gobierno provincial aseguraban que el nuevo alcalde de Balcarce se encontró con la infausta noticia de que había cero pesos en las arcas municipales.
CLIMA REVULSIVO
El peronismo bonaerense, en tanto, vive un clima de ebullición. El cimbronazo de la derrota electoral ahora se corporizó en el cambio de gobierno y los nuevos vientos que soplan en la política. Las fuertes divisiones internas, disimuladas mientras duró el férreo liderazgo K, van dejando en superficie los realineamientos de los diversos actores de peso.
Los actos de asunción de al menos tres intendentes peronistas que se registraron ayer reflejaron sin tapujos la grieta que va tomando forma en el justicialismo provincial.
“Yo soy peronista, no soy del Frente para la Victoria”, bramó desde el estrado Alejandro Granados al prestar juramento para continuar por cuatro años más al frente de Ezeiza. No se quedó ahí. “Los únicos próceres para mí son San Martín, Perón y Eva Perón”, disparó en medio de la algarabía de sus seguidores, como para dejar en claro que en su pedestal no aparece Néstor Kirchner.
Granados es uno de los alcaldes refractarios a reconocer el liderazgo de Cristina Fernández. Es quien, junto a Fernando Espinoza, el saliente jefe comunal de La Matanza, plantea que el futuro del PJ bonaerense debe pasar por aquellos dirigentes con peso territorial, un mensaje inequívoco hacia el kirchnerismo y La Cámpora que han copado listas y monopolizado decisiones en los últimos años.
El enfrentamiento entre quienes quieren barrer a los K o al menos enfrentarlos en una hipotética interna partidaria y los que reconocen el liderazgo de Cristina aún luego de su salida del poder, ya está planteado. Otro acto de asunción desnudó esa división cada vez más profunda.
Jorge Ferraresi fue reelecto en Avellaneda. Ayer tuvo su acto de jura rodeado de hiper K como el camporista Andrés “Cuervo” Larroque, Luis D`Elía, su par de Berazategui, Patricio Mussi, y dirigentes del Movimiento Evita.
Esas presencias pueden ser reveladoras de lo que piensa Ferraresi. Pero la interpretación no hizo falta. Sus palabras, lo dijeron todo. “Hay quienes plantean una conducción sin Cristina. Ella es la que conduce y la unidad se hará con Cristina para volver en 2019”, remató.
Espinoza también hizo lo suyo. Concretó una fuerte demostración de poder en su distrito al armarle un gabinete con ex funcionarios nacionales y sciolistas a su delfín, Verónica Magario.
Fue un mensaje inequívoco: el presidente del PJ bonaerense se plantea desde ese extenso territorio que resultó inmune a la ola de Cambiemos, iniciar la reconstrucción peronista.
Equidistantes en esa puja aparecen otros alcaldes del Conurbano como Julio Pereyra y Alberto Descalzo, aunque éste último haya dado, acaso, una señal de hacia dónde podría orientarse en esta etapa de peronismo derrotado en las urnas: una senadora de sector se alineó con el bloque peronista en la Cámara alta en el enfrentamiento con La Cámpora.
(*) Periodista de la sección Política
Fuente: EL DIA