Esta situación se va agravando con el transcurso del tiempo, y sin dudas colocará a las autoridades en la circunstancia de tener que tomar decisiones que puedan resultar drásticas para el entendimiento de algunas personas, pero que serán inevitables para preservar la salud de toda la comunidad.

A esto se llega precisamente por la falta de sensatez, como normalmente sucede cuando hay cosas que se solucionarían con un dialogo sincero de las partes involucradas en el que se tenga cabal conciencia de las obligaciones propias y los derechos ajenos.

Y si cada sector se mantiene en sus posturas como si fueran un dogma ancestral que guía sus conductas, no se llegará a un final del camino que proteja a los derechos de todos.

Se deberá decidir entonces, con la legitimación que tiene el poder político actual, aceptando las consecuencias del mal comportamiento social de quienes en palabras manifiestan su amor por los animales, pero en los hechos hacen todo lo contrario.

Hay mucho trabajo por hacer, pero hagámoslo, dejemos de hablar y desarrollemos sin egoísmos acciones que resulten ejemplares para todos.

Marquen las autoridades el camino, invirtiendo el tiempo y el dinero que la gravedad de la situación merece.

Y el vecino que tenga una idea al respecto que la proponga.

Pero así no se puede seguir.