Panorama político bonaerense

Códigos para aplacar ansiedades y expectativas

El gobernador Daniel Scioli marcó con su discurso la agenda de gestión de ahora en más en materia de seguridad.
El gobernador Daniel Scioli marcó con su discurso la agenda de gestión de ahora en más en materia de seguridad.

Por Martín López Lastra

 

 

El gobernador Daniel Scioli marcó con su discurso la agenda de gestión de ahora en más en materia de seguridad. Con sus proyectos como “herramientas” de lucha contra la delincuencia instaló el punto intermedio o equilibrio, como el dijo, entre el respeto por los derechos humanos y la eficacia en materia de seguridad.  

 

Como tal eficacia no puede ser comprobada hasta el momento -esto a la luz de las informaciones a diario que dan cuenta de protestas vecinales y casos fatales que a diario alimentan la pantalla chica-, se debe inferir que el mandatario acepta que se han respetado los derechos humanos, tal vez en exceso, en detrimento de la concreción de objetivos y metas para garantizar el patrimonio e integridad física de los bonaerenses.

 

Esto de es de una materia tan opinable e interpretativa como, por caso ocurre con el proyecto que restaura el código de contravenciones que recupera para la policía bonaerense un rol más activo en las calles. Esa es la idea que el gobierno, obviamente, quiere transmitir a la población.

 

Parece ser un avance el tema del desarme a los portadores de armas en ilegal condición, aunque aquí el interrogante es si hasta ahora la policía no actuaba al respecto.

 

Otras cuestiones se orientan a ganar el favor de la clase media propietaria, cuyos integrantes no son pocos en los grandes centros urbanos.  El “merodeo sospechoso”, como el adjudicado a los denominados “cuidacoches”, finalmente se convierte en realidad en este nuevo código. Pero sólo habilita a la policía a solicitar identificación, con lo cual difícilmente alguien haga una denuncia explícita para que el merodeador se entere y aplique las conocidas represalias transformadas en daños a un automóvil. Pueden ser expresiones de deseos sin efectivización alguna.

 

El otro gran debate se origina en derechos como la protesta social.  Finalmente, Scioli avanzó con la sanción hacia quienes marchen con palos y sus rostros tapados. Despertará y mucho el interés periodístico la primera movilización que se realice en esas condiciones y verificar de qué manera y hasta que punto la policía hace cumplir este código. Si, finalmente, ingresa el parámetro político de interpretación y los mecanismos de control se relajan, habrá una frustración de aquél público que exigía dureza. Si se aplica al pie de la letra, la sensibilidad por parte de quienes priorizan la libertad de protesta, que no son pocos, también generará reproches. Obviamente, es un artículo que no admite retornos, bajo riesgos de perjudicar ostensiblemente la credibilidad en el discurso oficial.

 

Hay otro gran interrogante y se refiere a la eficiencia de la policía, y esto tiene que ver con los recursos materiales y humanos.

 

Si la policía no es suficiente para combatir el delito –con 45 mil efectivos en total para toda una Provincia y uno cada cuatro mil habitantes, aproximadamente- la pregunta del millón es ¿por qué sería más efectiva, con este recargo de tareas de controlar la comisión de faltas en la vía pública?

 

Los portavoces oficiales señalan que, justamente, a partir de este control se reduciría la estadística de muchas tipologías delictivas. De hecho, en el mensaje del proyecto se señala que en este nuevo plexo normativo se introducen tipos contravencionales actualizados “tendientes a sancionar diversas conductas que, sin configurar delitos, pueden resultar preparatorias para su comisión o bien, conculcatorias de la paz social”.

 

Pero, por el momento, todo está sujeto a experimentación y nada asegura que tal pronóstico se convierta en una realidad palpable.

 

El otro gran interrogante se genera en relación a una nueva vidriera de gestión.  Sabido es que el código podrá exhibir abiertamente una policía más activa con operativos de identificación, arrestos por ebriedad y demás faltas. Así, el gobernador tendrá algo más que su invitación de llamar al teléfono 911. En ese sentido, poder exhibir gestión le permitirá ganar tiempo contra incrédulos y pesimistas en materia de seguridad. O, al menos, le habilitará un contrapeso. Si no hay eficacia relacionada con metas, al menos se mostrará eficiencia en la utilización de recursos. 

 

Todo indica que Scioli, aún con nueva conformación legislativa, tiene apoyos para dar curso a este código. En ese sentido, el período estival puede ser un buen período de observación al respecto.

 

 

El Alberto avanza

 

Con respecto a la seguridad, quien ha tenido un crecimiento en la exposición ha sido el jefe de Gabinete de Ministros, Alberto Pérez. Redujo una situación de desamparo que tenía al respecto el ministro de Seguridad, Carlos Stornelli, de quien muchos ya fijaron una veintena de veces su fecha de retiro sin éxito.

 

En el círculo íntimo de este funcionario hay euforia por su aprobación de ciertos exámenes en el discurso de defensa de la gestión en esta materia.  Obviamente muchas calificaciones surgen de un jurado tan parcial que violentaría las sanas reglas de equilibrio evaluativo.

 

Más allá de subjetividades, argumentan que su par de cruces con el ex gobernador Felipe Solá le dieron, al menos una ganancia por puntos. El “Alberto”, devenido en bonaerense, remarcó que si hay fallas es porque tienen que mejorar y mucho la herencia del hombre que ahora se cruzó a la vereda del peronismo disidente.  Por su parte, Solá pareció no haber resaltado con éxito, hasta el momento, su gran logro respecto de clausura de desarmaderos de automotores que, también tienen derechos intelectuales en su ex ministro del área y hoy embajador ante el Vaticano, Juan Pablo Cafiero. Precisamente, los casos más paradigmáticos y fatales tuvieron que ver con robos de automóviles en territorio bonaerense.

 

Más allá de anécdotas, Alberto sigue con su derrotero de tomar con sus manos la brasa de la inseguridad y tuvo gran protagonismo en el período previo y en el envío de los nuevos proyectos al ámbito legislativo.

 

Su otro estado de euforia tiene que ver con el crecimiento político y personal a expensas de su rival interno en el gabinete y secretario general de la Gobernación, José "Pepe" Scioli. 

 

Según los relatos en los pasillos políticos, la relación de este último con el gobernador pasa por un pésimo momento, y las presiones del sector del "Albertismo" están a la orden del día. Ahora, sin el respaldo suficiente, el funcionario confesó a sus íntimos y colaboradores que todo es cuestión de horas hasta que vuelva al terreno del ostracismo

 

Según pudo saberse el denominado “Gran Hermano” esperaba esta semana un encuentro de sinceramiento, exigiéndole tal vez al mandatario un voto más de continuidad, pero con compromiso, o una censura tal vez morigerada por una relación de parentesco.

 

Pepe tiene prácticamente cercadas las posibilidades de despliegue que antes ostentaba tanto en lo político como en lo funcional. Sobre todo después de la ida del gabinete de Emilio Monzó, porque fue allí cuando se decretó que había llegado a su fin la política a favor de una gestión más autónoma del kirchnerismo.

 

Hasta ese momento, el arquitecto del despegue –ante una pasiva especulación de Alberto- había motorizado sin pausa encuentros con la Iglesia, la mesa de Enlace y con referentes del peronismo disidente, en función de mostrar un cauteloso mensaje de camino propio de gestión. Esto, abruptamente tocó techo ante el primer llamado del primer caballero en la Casa Rosada.

 

José, dicen, sintió alguna de las leyes no escritas de la política y tiene que ver con el justo reparto de costos y créditos políticos.  Lamentaba ante sus más cercanos interlocutores haber sido uno de los pocos en anticiparle a su hermano el difícil pronóstico de tormenta política que iba a sufrir con su candidatura testimonial y su mimetismo a lo más ortodoxo del kirchnerismo. Haber acertado, no fue como en otras actividades, y confesó que esa causa le hace pagar un enorme costo político y otorga créditos a quien sólo vio pasar agua bajo el puente antes de la crecida.

 

En tanto, su rival Alberto Pérez creció a pasos agigantados con la colocación de hombres que le responden directamente en el gabinete en detrimento de hombres del funcionario.

 

No se sabe si tendrá mucho para festejar.  La llegada de Santiago Montoya, en este contexto, una noticia de preocupación porque se trata de un hombre de imagen propia construida a partir de gestión pura y de objetivos concretados, a tal punto de combatir  un hábito tan anquilosado como la evasión.  Según se pudo saber, Montoya no viene solo y aspira a colocar hombres de su confianza en puestos clave.

 

La interna, en este sentido, tendrá otros protagonistas.

 

Fuente: Agencia NOVA

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