El
rechazo de la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos a la apelación
Argentina respecto de la decisión del Juez de Nueva York, Thomas Griesa, que
concede a los fondos buitre la posibilidad de reclamar el pago del total de los
bonos que compraron luego del default, es una resolución que hace explicita la
intención de subordinar la soberanía económica de los estados a la voluntad del
poder financiero especulativo (Wall Street).
Este
fallo de la Corte norteamericana tiene consecuencias económicas, pero se trata
de un hecho eminentemente político. Es un fallo que busca disciplinar a través
de la Argentina a todos aquellos países que haciendo uso de su soberanía
intenten un modelo de crecimiento autónomo.
La
experiencia argentina desarrollada a partir del año 2003 desafió al mito
fundador del sistema financiero internacional, según el cual no sus hay posibilidad
de desarrollo por fuera del mismo. Y nuestro país no solo subsistió, sino que
creció a tasas exponenciales por fuera del sistema y cumplió con los pagos de
una deuda externa que no había contraído.
Y
estos pagos no los hizo refinanciando prestamos que hubieran implicado un mayor
endeudamiento (Blindaje – Megacanje), por el contrario generó fondos genuinos
propios y con ellos pago los compromisos, esto fue el producto de un modelo de
desarrollo del mercado interno con inclusión, generación de empleo y aumento
del consumo popular. Una heterodoxia que el sistema no está dispuesto a
tolerar.
Frente
a este fallo judicial que representa el triunfo del capital financiero
especulativo por sobre los estados nacionales, el mensaje de la Presidenta
Cristina Fernández ha sido absolutamente claro: nuestro país cumplirá con el 93
% de acreedores que adhirieron al canje de deuda, pero de ninguna manera
admitirá mecanismos extorsivos por parte de los demandantes buitres y sus
aliados de la justicia estadounidense que se ocupa de que las inversiones
especulativas no asuman ningún riesgo con este fallo.
El
gobierno nacional ha manifestado en muchísimas oportunidades la intención de
incluir a estos demandantes en el canje de deuda. Sin embargo, quienes reclaman
ante los tribunales extranjeros, han rechazado una y otra vez esta vocación
conciliadora, demostrando la inexistencia de su voluntad de diálogo.
La
exigencia de los fondos buitre de obtener un pago en efectivo sobre el total de
los bonos equivalente a más de 1300 millones de dólares deja al descubierto su
estrategia, porque para hacerse cargo de una transferencia de esta magnitud
pretenden que la Argentina deba endeudarse con los mismos organismos
internacionales que provocaron su quiebra en 2001 por aplicación de sus
“recetas económicas”.
La
cancelación de estos más de 1300 millones de dólares promovería la demanda en
igual sentido de los poseedores de los restantes títulos que no entraron en el
canje, sumando así 15000 millones de dólares con demanda de pago inmediato.
Ésta
es la trampa en la que no debemos caer pues buscan atarnos nuevamente a los
designios del poder financiero concentrado y carente de toda sensibilidad
social, condicionando así las políticas económicas y sociales de nuestra
nación. En la búsqueda de una alternativa superadora que proteja nuestra
soberanía, debemos remarcar que no hay voluntad manifiesta de la Argentina de
mejorar la oferta para aquellos acreedores que no ingresaron al canje, sino que
ha quedado obligada por este fallo judicial que determina que la actualización de deuda,
intereses y punitorios deben aplicarse al valor nominal establecidos por los
bancos en default, anulando así todo el riesgo de la inversión en bonos que
está implícita en este tipo de operaciones siempre, aproximadamente 500
millones de dólares (no sobre los 48 millones de dólares que abonaron los
fondos buitre para comprarle los bonos a los tenedores originales).
Ante
este nuevo escollo de política exterior, una salida superadora seria
refinanciar esta deuda a través de una triangulación con un banco que adquiera
esta deuda y nos financie (a través de un nuevo bono). Seria adquirir no solo
ese uno por ciento que abarca el fallo sino a todo el siete por ciento
restante.
Siguiendo
esta estrategia, el 93 % que adhirió al canje seguirá cobrando regularmente lo
pactado y no podrán reclamar actualización alguna, pues subrayamos el concepto
expresado: no es por voluntad propia que la Argentina deberá abonar el valor
nominal actualizado, sino que ha quedado obligada a hacerlo por este fallo de
los Tribunales de Norteamérica.
Siempre
tenemos que tener muy claro y muy presente, como lo expresó la presidenta
Cristina Fernández en su mensaje por cadena nacional, que esta deuda que
reclaman los fondos buitre proviene de las políticas económicas desarrolladas
por los gobiernos neoliberales desde Martínez de Hoz, pasando por la
Convertibilidad de Menem y Cavallo, hasta el Blindaje y el Megacanje del
gobierno de la Alianza de De la Rua y Cavallo; políticas diseñadas y promovidas
por los centros de poder financiero mundial.
Tampoco
debemos olvidar que a través de la llamada “cláusula Martínez de Hoz” (por el
apellido del ministro de economía de la Dictadura), se modificó el Código de
Procedimientos Civil y Comercial posibilitando que todos los contratos de la
deuda externa argentina fueran sometidos a la ley y la jurisdicción del estado
de Nueva York, sede de Wall Street. Esta norma rige sobre todos los títulos
defolteados en 2001.
Argentina
ha defendido, con buen criterio y desde todos los foros internacionales, que un
fallo en su contra perjudicaría al sistema financiero mundial en su conjunto,
porque anularía la posibilidad de reestructuración de deuda futura para
cualquier país que cayera en cesación de pagos. Esta preocupación fue también
sustentada por los gobiernos del G 77 más China, el Fondo Monetario
Internacional y hasta por el Papa Francisco, que el mismo día que la Corte de Estados
Unidos rechazó la apelación de Argentina consideró “intolerable” la injerencia
del mercado financiero en la “suerte de los Pueblos”.
Pero
el fallo norteamericano tuvo una lógica diferente: castigar y disciplinar a
aquellos países que buscan reestructurar su deuda a la vez que habilitar a los
grupos financieros para que preserven la deuda externa de los países como
herramienta de control del destino de sus Pueblos.
La
presente dificultada financiera debe transformarse en una causa de unidad
nacional para reafirmar nuestra soberanía, la profundización de nuestro
desarrollo con plena Justicia Social Distributiva, la integración regional y la
relación, sin subordinaciones de ninguna naturaleza, con todos los países.
Están
en juego todas las conquistas populares alcanzadas durante los últimos 15 años
en toda la región. Pero los argentinos debemos estar y estamos tranquilos:
tenemos una presidenta que nos ha demostrado en todas y cada una de sus
decisiones políticas gobernar a favor del Pueblo Argentino, de la soberanía
nacional y con justicia social.
Por
eso, no nos dejemos influenciar por los economistas, dirigentes políticos y
comunicadores sociales que se pasean por los distintos medios de comunicación
para provocar un clima de desánimo, temores y desestabilización. Son la
“Antipatria”, los “Cipayos” de siempre como los llamaba el maestro Jauretche.
La
Argentina que viene seguirá siendo la Patria del crecimiento, con autonomía en
el concierto de las Naciones y con Justicia Social.
(*) Diputado provincial del FpV.