Pero lamentablemente es el verde de los pastizales que, en este último tiempo, están resultando cada vez más visibles en toda la extensión de la ciudad.
No es el verde que permite respirar aire puro, cosa que el basural a cielo abierto, por el momento no permitiría de ninguna manera, aunque nos mudemos al monte.
Ni tampoco el verde que por la cantidad de espacios públicos, signifiquen verdaderos pulmones para la ciudad.
Es el verde de las malezas que causan dificultades de todo tipo, desde la proliferación de distintos tipos a alimañas hasta el impedimento para transitar por algunas veredas, esto en referencia a la zona céntrica, y si trasladamos este inconveniente a los Bbrrios, ya estaríamos hablando de un problema aún mayor.
Más allá de la responsabilidad que le cabe al municipio como autoridad de contralor, cada frentista debe ser consiente del daño que causa.
Desde el Gobierno se debería realizar una intensa tarea de identificación de cada una de las propiedades que provocan estos focos de contaminación ambiental, más importante, obviamente que la visual, para promover las acciones legales que correspondan, hasta las últimas instancias.
Como así también en lugares críticos, podrían intervenir, cargando los costos del operativo de limpieza al propietario del lugar, quien debe tener claro que si no cumple con estas obligaciones, será objeto de las medidas judiciales que correspondan.
En realidad podemos hablar mucho pero, como en todas las cuestiones en general, es mejor hacer algo que quedarse mirando.