Hace unas semanas, el Municipio comenzó a colocar reductores de velocidad más conocidos como ‘lomos de burro’ en varias avenidas y calles donde la alta velocidad parece moneda corriente. Algunas personas habían destacado el trabajo porque resolvía en gran parte ese problema.

Pero se transformó en otro dilema: algunos de esos lomos son muy elevados, la mayoría no están anunciados por cartelería y otros, no pocos, deben pintarse para ser visibles al tráfico. Tal es así que se han producido varios accidentes y hasta roturas de vehículos porque, según dicen “toca abajo del auto, los tenés que pasar maniobrando, de costado”.

Entonces, lo que debió ser una solución se convirtió en un segundo inconveniente. La gente volcó sus opiniones en las redes sociales con atinos y también con desaciertos. El asunto debe resolverse desde la Dirección de Servicios Urbanos con reductores ajustados a las necesidades y bien señalizados.