Cabe preguntarse; ¿en qué se diferencia San Antonio de Areco de las demás ciudades agrícolas como Rojas? y ¿será una muerte más, su lucha habrá sido en vano, quien la va a honrar, a nadie le importa, seguiremos indiferentes mientras no nos pase a nosotros o a un ser querido?
¿Hasta cuándo esta hipocresía que solo conduce a la muerte? - La docente padecía cáncer, una enfermedad que se desencadenó a raíz de su continua exposición a las fumigaciones sobre la escuela en que trabajaba, en San Antonio de Areco.
Murió de cáncer Ana Zabaloy, una de las "maestras fumigadas".
— Pino Solanas (@fernandosolanas) 9 de junio de 2019
Protegiendo la escuela rural, donde era Directora, padeció desde una parestesia facial hasta insuficiencia respiratoria al recibir, igual que sus alumnos, pulverizaciones con agroquímicos. pic.twitter.com/N8KBsmtLvL
Ana Zabaloy: “Somos testigos obligados del costo humano del actual sistema productivo”
Fue una de las referentes en las luchas contra el uso de estos agroquímicos y dejó constancia de su historia en una carta abierta. "Paren de enfermarnos. Paren de matarnos", concluía el texto.
Fundadora de la Red Federal de Docentes por la Vida, Zabaloy se convirtió rápidamente, por sus vivencias y testimonios, en una referente muy reconocida en el campo de las luchas ambientales contra el uso de los agrotóxicos, que también la llevó a brindar una gran cantidad de charlas en todo el país, además de participar en el documento “Viaje a los pueblos fumigados”, del cineasta Fernando “Pino” Solanas.
También se la recuerda por la gran exposición que tuvieron sus denuncias, en las que apuntaba con la Resolución 246 de la gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal, que permitió las fumigaciones con agrotóxicos tales como Atrazina, 2.4-D, Glufosinato de Amonio y otros sobre escuelas rurales, hasta minutos antes de la apertura de esas escuelas. En repudio a la decisión de Vidal, la docente declaró: “Conocemos en primera persona el costo humano de este modelo basado en transgénicos y venenos, y no puedo dejar de vincular esta medida con el cierre de escuelas rurales que se está realizando en toda la provincia de Buenos Aires. Es tristísimo y terrible, pero no es casual: es un plan para dejarle el territorio libre al agronegocio”.
En regiones como San Antonio de Areco, ir a la escuela o quedarse en casa puede ser altamente peligroso. Ana Zabaloy falleció a causa de una práctica largamente denunciada, pero que al día de hoy sigue permitida e, incluso, avalada por funcionarios políticos: las fumigaciones sobre poblados rurales.
Hace dos meses, el presidente Mauricio Macri dio una conferencia de prensa en la Sociedad Rural de Gualeguaychú, Entre Ríos, desde donde sostuvo que el fallo judicial que prohibió fumigar en cercanías de las escuelas rurales de dicha provincia era “irresponsable” y que no se basaba en “ningún rigor científico”.
Frente a otro fallo por fumigación, esta vez, en Rosario, el secretario de Ciencia y Tecnología, Lino Barañao, dijo que los concejales de la ciudad "evidentemente no tenían información adecuada" para dictaminar la prohibición del glifosato, un plaguicida que, ya en 2015, había sido declarado como cancerígeno por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Pero Zabaloy y tantas otras víctimas sabían, desde hace tiempo, lo que los venenos como el comercialmente conocido 2,4D hacen en los cuerpos: a la maestra, la exposición le causó, además de una reaparición de cáncer con metástasis, una parestesia facial e insuficiencia respiratoria. Vale la pena reiterarlo: las fumigaciones se dan sobre las escuelas en horario escolar.
"Somos muchas las docentes rurales que padecemos esta misma realidad, las fumigaciones nos atravesaron la vida y en muchos casos se llevaron por delante nuestra salud. Nadie nos los contó, no lo leímos en ningún diario, nos pasó, lo vivimos, como una cotidianidad inevitable”, escribió, hace un tiempo, la maestra en una carta abierta.
En otro fragmento, sentenció: “Somos testigos obligados del costo humano del actual sistema productivo. Vimos a nuestros alumnos sufrir los efectos de las fumigaciones en la salud, así como si la Constitución Nacional y los Derechos del Niño ni la mismísima Ley de Educación Nacional no fueron aplicables a los niños de las zonas rurales ni a sus familias, todos rociados con venenos por aire y tierra".
Durante su larga lucha, Ana Zabaloy articuló con organizaciones ambientalistas, abogados y científicos. Buscó visibilizar una verdad que, aunque se niegue, se encuentra en cientos de investigaciones científicas y en los mismos cuerpos de quienes se exponen a las pulverizaciones y quienes consumen los propios alimentos. Concluyó su carta con una consigna que aún espera respuesta: "Paren de fumigar las escuelas y poblados rurales. Paren de enfermarnos. Paren de matarnos”.
Fuentes: www.anred.org – www.el1digital.com.ar –