LA PLATA, Mayo 18.-(BerissoCiudad.com.ar) (Por Jose Picon ) El clima de agitación que invade los principales campamentos políticos bonaerenses se verificó casi sin excepciones en la últimas semanas. Quizás sea el preludio de una etapa de distensión que, con tono de tregua precaria, podría irradiar el Mundial de Brasil.
En los diversos búnkeres creen que la cita futbolera dejará poco margen para gastar municiones. Con la mayoría de la gente pendiente de la suerte de Messi y compañía, están convencidos de que conviene surfear ese tiempo indefinido, el mismo que logre permanecer en competencia la Selección Nacional.
Luego, llegaría el tiempo de los relanzamientos y profundización de campañas. Pero mientras tanto, los políticos consumen ese tiempo de descuentos generando gestos y acciones con los que persiguen consolidarse o irrumpir en el escenario de la discusión para 2015.
En esta etapa de hipersensibilidad, el radicalismo bonaerense entró en ebullición por la inesperada participación de Ernesto Sanz en una cumbre entre intendentes y legisladores bonaerenses de la UCR con el gobernador Daniel Scioli.
Esa presencia no incomodó tanto como las declaraciones posteriores del precandidato presidencial del centenario partido: habló loas de Scioli y de su espíritu dialoguista en el marco de un encuentro en el que los alcaldes llevaban en sus alforjas reclamos de todo tipo en busca de algo de oxígeno financiero para las complejas comunas que administran.
Algunos intendentes se sintieron descolocados frente a la intervención del presidenciable mendocino. “Se puede decir que Scioli dialoga, pero no se puede obviar que su gestión deja muchísimo que desear”, decían.
Justamente, lo que el radicalismo bonaerense y el Frente Amplio en general, buscan remarcar en estos tiempos de intensa búsqueda de plantar un candidato bonaerense con chances de llegar al Sillón de Dardo Rocha.
Cómo llegó Sanz a sentarse a esa mesa junto a Scioli y los intendentes radicales, sigue siendo un misterio. Ningún radical se hace cargo de la invitación cuando todavía numerosos dirigentes prefieren por ahora hacer equilibrio en la puja abierta con Julio Cobos.
“Lo invitó el propio Scioli y a él le sirvió la foto con un opositor, como un gesto de diálogo y consenso para diferenciarse del kirchnerismo”, decían en la UCR. No creían, con todo, en alguna maniobra aviesa de Sanz.
Mucho menos cuando el senador nacional busca seguir pescando en la Provincia para robustecer sus pretensiones. No puede sacarse de ese contexto de tensiones políticas el nuevo tironeo que surgió en el oficialismo parlamentario en torno del proyecto de las Policías locales.
Los diputados de La Cámpora y buena parte de los intendentes del Conurbano, libraron otra peculiar batalla, esta vez, traducida en la intención de los representantes ultra K de acotar el poder que engrosarán los alcaldes una vez que esté en pleno funcionamiento de la nueva fuerza de seguridad local.
Fue con esa intención que lograron colar algunas modificaciones que encolerizaron a los intendentes. Una de ellas, la posibilidad de que los ciudadanos, con la firma del 20% de la totalidad del padrón, pudieran forzar el desplazamiento del jefe policial designado por los jefes comunales.
La virtual interpelación anual a la que serían sometidos en los concejos deliberantes con la excusa de brindar informes sobre la marcha de la Policía local, fue el otro aspecto intolerable para el paladar de los jefes territoriales. Varios de ellos alientan el temor de que ese mecanismo los pudiera hacer transitar por el estrecho desfiladero de la posible destitución.
La puja revela las desconfianzas que anidan en el Frente para la Victoria. Y en especial, las que los espacios ultra K, por cuestiones políticas o de convicción, dispensan hacia buena parte de los intendentes del Conurbano.
“Los muchachos no quieren darles todo el poder porque temen una competencia de mano dura para ver quién se saca más rápido el delito de encima”, evaluaba en estos días ajetreados un avezado observador legislativo. Las tensiones, marchas y contramarchas y cambios variados en la letra del proyecto, revelan otra cuestión clave dentro del oficialismo.
No sólo Daniel Scioli tiene pocas espadas que le respondan sin chistar: los intendentes carecen ahora, con los sucesivos armados de listas diagramados en la Casa Rosada, de ese poder omnímodo que se traducía en deseos imposibles de eludir para los legisladores.
PRIMEROS CRUCES
El ordenamiento que impuso Sergio Massa a su tropa comenzó a mostrar algunas grietas al calor, también, de los deseos y aspiraciones electorales de varios de sus dirigentes. Aún cuando en voz baja están surgiendo algunas críticas a las formas en que el jefe del espacio suele imponer sus decisiones, los potenciales candidatos a gobernadores afilaron la lengua y generaron tensiones hacia dentro del espacio.
La extendida versión que surge de las más variadas usinas y que habla de los supuestos coqueteos de Massa con el diputado nacional K Martín Insaurralde con la presunta intención de transformarlo en su candidato para la Provincia, produjo algunas reacciones.
La primera fue la del propio Insaurralde, quien dijo que está dentro del Frente para la Victoria. No fue la única: en busca de marcar pertenencias al espacio massista, Gustavo Posse salió a cuestionar el hecho de que el diputado ejerza ese cargo sin haber renunciado al Ejecutivo municipal de Lomas de Zamora.
Posse quizás buscó matar dos pájaros de un tiro: le apuntó a Insaurralde pero también a Darío Giustozzi, presidente del bloque massista en la Cámara de Diputados nacional y también intendente en uso de licencia. Los tres van por el mismo objetivo: la Gobernación bonaerense.(Fuente: EL DIA)