Cada sábado y domingo desde un poco antes de las 5 y hasta las 6,30 se repiten en diversos puntos de la ciudad episodios que ponen en riesgo la integridad física no solo de quienes los protagonizan, sino de toda la comunidad.
Y este domingo 24 de noviembre no fue la excepción.
Desde las 5 de la mañana se sucedieron escenas de todo tipo.
Peleas – sirenas – corridas – gritos - personas detenidas y demoradas – jóvenes hospitalizados – patrulleros policiales que no pueden estar en todos lados – autos dañados por vandalismo – reguero de veredas con botellas de vidrio rotas, vómitos y orín - espacios públicos copados (unos van solo con el ánimo de pasar un buen momento y otros de provocar daños) – jóvenes que se burlan de personas que a esa horas están trabajando dignamente – choferes de remises que han decidido no trabajar más en ese horario – personas de más de 40, 50 y más años que andan alrededor de los jóvenes distribuyendo vaya a saber qué (son siempre los mismos y en los mismos vehículos) – autos a más de 100 kilómetros por hora en plena Avenida 25 de Mayo y demás bulevares – conductores de motos con escapes libres que las aceleran en la puerta de la comisaria y un comercio (panchería) cuya habilitación y funcionamiento es objeto de cuestionamiento con un pedido de informes por la propia bancada oficialista local en el Concejo Deliberante.
Y podríamos seguir describiendo hechos que, cabe decir, no estamos presumiendo ni juzgando, sólo estamos informando que suceden y, se observan con solo recorrer la ciudad en ese horario.
Con esto no se pretende generar más preocupación, sino todo lo contrario, con la expectativa que su exposición haga reaccionar a las familias y las autoridades responsables antes de lamentar lo irreparable.
Desde aquí no tenemos la solución, tenemos la obligación de no callar.