Esto de andar saltando de aquí para allá con el corsé ideológico y los discursos, e ir corriendo los ejes de acción según la propia conveniencia y en desmedro del sector al que representan los políticos, esto, entonces, no es nuevo, no lo está inaugurando el “kirchnerista arrepentido”, llamémoslo así, el diputado bonaerense Jorge Solmi (Unión Pro).
Escuchamos decir al “agrodiputado”, enfático en sus declaraciones, que “el gobierno kirchnerista expulsó a 60 mil pequeños y medianos productores agropecuarios y fortalece a los grandes grupos de la economía concentrada con sus letales políticas agropecuarias”. Sin pelos en la lengua, pero con muy poca memoria, Solmi agrega que “el gobierno nacional se lleva de Pergamino sólo en concepto de retenciones 7.350 camiones de soja, más lo que se lleva de trigo, maíz, más el IVA, impuesto al cheque, ganancias, más monotributos, impuestos inmobiliarios, entre otros…”.
Como una novia despechada, Solmi se refiere a las acciones del gobierno nacional en la política agropecuaria, olvidándose (o esforzándose o forzado tal vez por la coyuntura a olvidar), que fue un kirchnerista practicante y elogioso de la política económica nacional, que había sacado al sector agropecuario de su crisis más devastadora, que tuvo lugar sobre fines de la década del ‘90 y principios de la actual.
Para clarificar este dilema que plantea el ahora “peronista federal”, pero en el fondo un kirchnerista arrepentido, no hay que caer en la omisión de que el abogado Jorge Solmi había sido designado por el entonces secretario de Agricultura de la Nación, Miguel Campos, en una rosca política armada por FAA junto a la ex ministra de Economía, Felisa Miceli, al frente del Instituto Nacional de Semillas (INASE), aunque nunca alcanzó formalmente a asumir (y aquí comienza su conversión anti-K).
Solmi asumiría como fiel representante de la Federación Agraria Argentina (FAA), que simboliza los intereses de la mayor parte de los pequeños y medianos productores y que, por su origen revolucionario y su concepción política de izquierda, acompañaba sin menoscabos al gobierno de Néstor Kirchner en la pelea con la multinacional Monsanto por las regalías de las semillas desarrolladas por esta empresa, que los productores debían pagar para volver a sembrar en sus campos.
La frustrada llegada de Solmi al INASE para ocupar un importante cargo en el gobierno nacional lo puso en la vereda de enfrente, mucho antes del conflicto de las entidades agropecuarias y el gobierno nacional; y la ira de Solmi, por despecho, lo llevó a cambiar de discurso, de partido político y de posición, porque aquel aguerrido joven de izquierda, defensor de los derechos de los pequeños y medianos productores, se convirtió en socio estratégico de los mismos sectores e intereses de las multinacionales, que el mismo confrontaba desde la FAA y que concentran las actividades y la renta mayoritaria del negocio agropecuario.
En definitiva, son cuestiones de la vieja política, aunque se trate de políticos nuevos, personajes sin escrúpulos que, por interés, dinero y una cuota de poder, cambian así tan fácil de discurso y de camiseta.
Fuente: Agencia NOVA