Ha causado estupor en la comunidad la noticia de la Plaza San Martìn vandalizada, con los espacios verdes destrozados, plantas arrancadas, ramas quebradas, en fin: destrucción y aniquilación de seres vivos.
Quien o quienes tengan la responsabilidad de estos actos sabe que hacer esto está mal, sabe que son fondos del erario público que fueron invertidos en pos de embellecer una plaza que estaba en pésimas condiciones.
Las autoridades saben lo sucedido porque hay cámaras de vigilancia en el sector, las tienen los bancos públicos y también el Centro de Monitoreo. Los móviles policiales transitan las calles, hay testigos. También hay que accionar.
En la redes sociales, el termómetro del clima de tensión en el que se vive, cientos de expresiones pidiendo que se revisen las cámaras para saber qué pasó y quiénes fueron. La gente exige vigilancia, le gusta estar controlada. La gente pide castigo: si son menores, a los padres; si son mayores, detensión y trabajo comunitario.
La educación comienza en casa, es una máxima remanida y utilizada hasta el cansancio. A la vista está que algo falla: o no hay educación o esta es deficiente ¿Entonces qué se debe hacer ante estas circunstancias?
¿En qué sociedad queremos vivir? ¿Donde las plazas están feas y abandonadas? ¿Donde las plazas se realcen y después son vandalizadas? ¿Donde se coloquen más cámaras y seamos un Gran Hermano real? ¿Donde haya más policías, serenos y que todo esto se convierta en más gastos?
Evidentemente hay que replantearse como sociedad hacia dónde queremos ir, cuál es el objetivo que perseguimos como distrito y el desarrollo que deseamos, porque Rojas está estancada desde hace muchas décadas. Una muestra de ello son los números que arrojó el último Censo.