La discriminación, cualquiera sea su causa, es el barro en que se fragua la violencia. Justifica el ejercicio del poder de los que se creen superiores sobre aquellos y aquellas a quienes, por distintas razones, se considera diferente. El problema no radica en que seamos diferentes, todos y todas lo somos, sino en el hecho de que esa diferencia se traduce en desigualdad en el efectivo ejercicio de los derechos.
El patriarcado, forma de organización social que se sustenta precisamente en este pensamiento, considera que lo masculino es superior a lo femenino.
Según Marta Fontela “… el patriarcado puede definirse como un sistema de relaciones sociales sexo-políticas basadas en diferentes instituciones públicas y privadas y en la solidaridad interclases e intragénero instaurado por los varones, quienes como grupo social y en forma individual y colectiva, oprimen a las mujeres también en forma individual y colectiva y se apropian de su fuerza productiva y reproductiva, de sus cuerpos y sus productos o mediante el uso de la violencia.”
La Organización Mundial de la Salud habla de la violencia contra las mujeres como de una pandemia, porque se extiende en todo el mundo, todas las culturas, todas las clases sociales. Tiene además, con relación a otras pandemias, un agravante, ha sido silenciada, tolerada y naturalizada, es decir, forma parte una cultura patriarcal basada en la convicción de que los hombres son superiores a las mujeres y pueden ejercer poder sobre ellas. Esta creencia, justificada por el discurso filosófico, jurídico, religioso y médico ha generado una conducta discriminatoria que se traduce en violencia. Violencia que se padece en la case, en la calle, en la escuela, en las instituciones, a través de los medios de comunicación, etc.
Una violencia que se manifiesta de distintas maneras, puede ser verbal, psicológica, física, sexual, simbólica, económica. Hablamos de humillaciones, insultos, golpes, retaceo del manejo de los bienes comunes, diferencias salariales, violaciones y muertes.
En nuestro país en 2009 se verificaron casi 300 femicidios; para fines de 2010 se sobrepasaron los 216. ¿A qué llamamos feminicidio? A los crímenes que se comenten contra las mujeres por su condición de tales, por ser mujer. No se trata de un asesinato en el transcurso de un robo, eso le puede pasar a un hombre o una mujer. Hablamos de asesinatos, en su mayoría cometidos por parejas o ex parejas y encubiertos muchas veces bajo el título de “Crimen Pasional”. No hay ninguna pasión, no hay honor mancillado, no hay ninguna clase de amor ciego. Lo que tenemos es un hombre que se siente “más macho” que persona y cree que tiene el derecho de imponer a una mujer su voluntad porque – volvemos al concepto inicial – se siente con más poderes, con más derechos porque ha sido educado dentro del sistema patriarcal del que hablábamos.
Desarticular este sistema es una tarea ardua y permanente. Necesitamos de muchos actores sociales, instituciones, organizaciones y legisladores. La escuela y los medios de comunicación resultan de una gravitación esencial.
Formarse en la igualdad supone romper con los estereotipos de género estructurados a lo largo de la historia, que coloca a las mujeres en el lugar de “naturales” reproductoras y cuidadoras de hijos o hijas, maridos, familiares mayores, etc.
Nadie puede ya poner en duda el avance fenomenal que en la normativa nacional e internacional han logrado las mujeres. No se puede negar la visibilidad que se le ha dado al problema de la violencia ejercida sobre esta mitad de la población. Las mujeres han logrado, a fuerza de lucha militante – que así se conquistan los derechos – a ocupar los espacios que por siglos nos fueron negados.
Sin embargo, el sistema patriarcal sigue cobrándose vida de mujeres: son la mayoría de las víctimas de la trata de personas; perciben menor salario por igual trabajo; sufren, en algunos lugares de este mundo, la lapidación o la infibulación genital; sus cuerpos constituyen el botín de guerra en muchos entrenamientos, especialmente aquellos que se producen entre etnias.
La igualdad entre hombres y mujeres no puede ser un slogan de campaña, para nosotros como Juventud Socialista es un reclamo y una lucha a la par de todas las mujeres para erradicar la violencia.
Juventud Socialista de Rojas